domingo, 18 de agosto de 2013

En ese momento en el que te das cuenta de que te hace daño, es cuando estás realmente perdido.
No fue cuando echaste de menos sus besos en las tristes tardes de lluvia. Ni esas frías noches de invierno en la que tan sólo ansiabas que sus brazos te acunasen dulcemente. O cuando echabas la vista al pasado y sonreías al recordar cada mirada, cada gesto, cada sonrisa. Tampoco fue el momento en el que tus sábanas ya no desprendían ese dulce aroma a miel que tanto te recordaba a él, a su pelo. Ni siquiera fue en el momento en el que todo tu cuerp
o y tu mente echaba de menos sus palabras, sus susurros. Fue en el preciso momento en el que te diste cuenta de que sus miradas ya no eran para ti, de que los besos que sus labios ahora daban ya no te pertenecían. Cuando viste que nunca más volverías a dormir en su cálido abrazo. Pero sobretodo fue el momento en el que te diste cuenta de que al verlo, ya no sonreías y te acercabas por su espalda. Si no que, sentías que un pedazo de tu alma se iba destrozando poco a poco, esa sonrisa desaparecía y daba su relevo a una mirada de tristeza, de anhelo. Pero sobre todo de dolor, de dolor por no poder tenerlo de nuevo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Número de visitas

Archivo del blog