lunes, 12 de mayo de 2014

Las cinco de la madrugada, mientras mi familia está durmiendo en suma oscuridad, yo estoy derramando el ayer sin siquiera poder pestañear. Pensando en lo que no debería y atragantándome con aquel maldito día. Porque aunque la opción del olvido es la que más ansío, es la única que jamás llega a estar conmigo.

Y es que en el fondo tan sólo soy un montón de recuerdos que se convirtieron en hielo. Lo malo es que este hielo que llevo dentro no se acaba por mucho que se vaya el invierno. Permanece aquí, siempre permanece aquí recordándome a ti. Y ya no sé que es peor, si el recuerdo que me invade a estas horas o la facilidad que tiene mi mente para matarme lentamente.

Que ya me he cansado de vivir estancada en el pasado, me he cansado de anhelar lo que ya tendría que haber olvidado. No soporto la mera idea de que todavía sigas en mi cabeza, arrastrándome en el vaivén del vacío que ahora me queda. Por que ahora solo me queda eso, el vacío. El vacío del recuerdo de algo que ya no es mío, algo que quizás, jamás fue mío.

Y mientras tanto, aquí sigo yo, intentando olvidar o dormir, lo que sea para dejar de pensar.


domingo, 13 de abril de 2014

Necesito que venga el sol y que me descongele el corazón.
Que venga y que me quite todo este frío de adentro. Que se lo lleve para siempre.

Que ya no soporto todos esos escalofríos que me entran cada vez que lo recuerdo, todo ese hielo que se acumula en mi pecho.
Es difícil vivir en un frío eterno, es difícil y duele, no te imaginas cuánto duele.

Es cómo vivir con una máscara, una máscara eterna. No te la puedes quitar por mucho que lo intentes, y a veces simplemente te duele seguir llevándola. Te duele saber que nadie es capaz de ver lo que realmente sientes por culpa de ésta. Y sobre todo, te duele el simple echo de no poder ser tú misma, de no poder ser la persona que eras antes.

Y ahora, que el invierno se ha acabado, yo ya me he cansado de tener el frío calado en los sentimientos. Me he cansado de tener el corazón de hielo.
Y necesito al sol, le necesito a él y a su calor.
Necesito que me descongele los sentimientos y el pecho a base de besos de fuego.


Y sobretodo, necesito que me quite la máscara. Y así, volver a ser la misma chica de antes, la que tenía fuego en la sangre y no el pasado congelado en el cuerpo.



domingo, 6 de abril de 2014

¿Qué hago ahora que la Luna ya no está en mi ventana? ¿Qué hago con todas las sonrisas que le había preparado? ¿Qué hago con todo lo que me quedé por decirle?

Se ha ido, ya no está. Ya no soy capaz de verla asomada a mi ventana, dándome las buenas y dulces noches. Ya no me abraza cuando llega la madrugada. Ya no está ahí para mi.

Y no sé si volverá, si se acordará. Quizás sólo se ha ido a buscar algo, a encontrarse a sí misma. Puede que ella, también necesite encontrar su lugar y saber que será suyo y de nadie más. Saber con toda seguridad que allí podrá ser feliz al fin.

Pero, ¿y si no vuelve?. Yo no sé si soportaría la soledad de las noches sin ella. Porque la Luna siempre ha estado ahí para mi, siempre me ha respaldado del pasado. Y ahora, ahora no hay nadie que me aparte de todas esas sombras de la noche. De todos los demonios que intentan romperme a base de recuerdos.

Se ha ido la Luna y no se si algún día volverá a mi. Lo único que sé, es que, por muy lejos que esté de mi y por mucho tiempo que pase, no quiero que jamás se olvide de mi. No quiero que se olvide de todas aquellas miradas de madrugada. Todas aquellas miradas bajo su luz, la luz de la Luna.





lunes, 3 de marzo de 2014

Te ofrezco todo el amor que nadie me dio. 
Te ofrezco los besos que ardieron entre sábanas. 
Te ofrezco todas las caricias que olvidamos con las prisas.
Te ofrezco todos los recuerdos que perdí entre sueños.
Te ofrezco las ilusiones que se rompieron en mis pulmones.
Te ofrezco todas las promesas que se quedaron a medias.
Te ofrezco todas esas sonrisas que no fueron fingidas.
Te ofrezco todos los suspiros que se congelaron en el olvido.
Te ofrezco aquellos momentos que jamás se repitieron.
Te ofrezco todas las canciones que me hicieron estallar las emociones.
Te ofrezco todo lo que una vez fue mío y que ya no sé dónde se ha metido.
Te ofrezco mi alma ahogada en un vaso de agua.
Te ofrezco todo y más, sin esperar nada a cambio.



lunes, 17 de febrero de 2014

El amor es de los pocos sentimientos que tienen una doble cara, que tiene efectos secundarios.

El amor nos llena de felicidad y de alegría, nos hace sentirnos especiales. Hace que tengamos una sonrisa de idiotas en la cara durante todo momento. El amor nos llena el estómago de cosquilleos, de nervios. El amor nos completa, sin el amor, no seríamos seres humanos.

Pero el mismo amor que nos da la felicidad, nos la quita. Nos destroza el alma en miles de pedazos. Nos clava puñales llenos de mentiras y de lágrimas. Simplemente llega un momento en el que el amor, ese dulce amor que sentíamos, se convierte en dolor. Un dolor abrasador, un dolor que nos destroza por dentro hasta que ya no queda nada. El mismo dolor que hace que la vida ya no nos parezca tan bonita. Ese dolor que consigue que queramos desaparecer de la tierra para poder olvidar.
Y ese dolor, el que sentimos cuando se acaba el amor, ese, es el peor de todos.

Así que supongo sí, me enamoré una vez.
Lo único es que yo me quedé estancada en esa doble cara del amor, la del dolor.





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