¿Qué hago ahora que la
Luna ya no está en mi ventana? ¿Qué hago con todas las sonrisas
que le había preparado? ¿Qué hago con todo lo que me quedé por
decirle?
Se ha ido, ya no está. Ya
no soy capaz de verla asomada a mi ventana, dándome las buenas y
dulces noches. Ya no me abraza cuando llega la madrugada. Ya no está
ahí para mi.
Y no sé si volverá, si
se acordará. Quizás sólo se ha ido a buscar algo, a encontrarse a
sí misma. Puede que ella, también necesite encontrar su lugar y
saber que será suyo y de nadie más. Saber con toda seguridad que
allí podrá ser feliz al fin.
Pero, ¿y si no vuelve?.
Yo no sé si soportaría la soledad de las noches sin ella. Porque la
Luna siempre ha estado ahí para mi, siempre me ha respaldado del
pasado. Y ahora, ahora no hay nadie que me aparte de todas esas
sombras de la noche. De todos los demonios que intentan romperme a
base de recuerdos.
Se ha ido la Luna y no se
si algún día volverá a mi. Lo único que sé, es que, por muy
lejos que esté de mi y por mucho tiempo que pase, no quiero que
jamás se olvide de mi. No quiero que se olvide de todas aquellas
miradas de madrugada. Todas aquellas miradas bajo su luz, la luz de
la Luna.
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