viernes, 23 de agosto de 2013

Intentamos sonreír, intentamos fingir. Fingir que no nos pasa nada, que no tenemos problemas. Que nada nos afecta y que todo nos alegra. Pero cuando estamos solos, la máscara cae. Las lágrimas deslizan por nuestras mejillas y los nudos de nuestra garganta se encadenan fuertemente. Los puños se agarran lo más fuerte posible a nuestro pelo, intentando calmar el dolor. Pero nada funciona. Lo único que podemos hacer es llorar, llorar hasta que nos ardan los ojos a causa de todos esos sentimientos con sabor a sal.
Y cuando ese día ha acabado y las lágrimas se retiran para descansar, llega el día siguiente. Un día nuevo, una nueva máscara falsa con la que fingir. Una nueva sonrisa de plástico en la misma tristeza. Y así es siempre, siempre fingimos.

lunes, 19 de agosto de 2013

Cuesta darse cuenta de qué hay cosas en esta vida que no tienen sentido. Cosas que pueden parecer importantes a los ojos de los demás. Pero que para nosotros mismos carecen de significado y valor. Porque en cierto modo no a todos nos interesa lo mismo. No todos tenemos las mismas metas o deseos. Pero sobretodo, no todos somos vulnerables de la misma forma. Hay gente fuerte que aguanta muchos más problemas y sentimientos, esas personas son fuertes por dentro. Consiguen luchar día a día con todos sus sentimientos y daños. Pero, ¿qué pasa con las personas débiles? ¿Cómo consiguen ella soportar el día a día? Yo no me considero una persona débil, pero desde luego tampoco soy una persona fuerte. Y cada día me pregunto a mi misma cómo consigo llevar bien todos los problemas de mi vida. Del mismo modo qué me pregunto cómo las personas que son realmente débiles lo consiguen.

domingo, 18 de agosto de 2013

En ese momento en el que te das cuenta de que te hace daño, es cuando estás realmente perdido.
No fue cuando echaste de menos sus besos en las tristes tardes de lluvia. Ni esas frías noches de invierno en la que tan sólo ansiabas que sus brazos te acunasen dulcemente. O cuando echabas la vista al pasado y sonreías al recordar cada mirada, cada gesto, cada sonrisa. Tampoco fue el momento en el que tus sábanas ya no desprendían ese dulce aroma a miel que tanto te recordaba a él, a su pelo. Ni siquiera fue en el momento en el que todo tu cuerp
o y tu mente echaba de menos sus palabras, sus susurros. Fue en el preciso momento en el que te diste cuenta de que sus miradas ya no eran para ti, de que los besos que sus labios ahora daban ya no te pertenecían. Cuando viste que nunca más volverías a dormir en su cálido abrazo. Pero sobretodo fue el momento en el que te diste cuenta de que al verlo, ya no sonreías y te acercabas por su espalda. Si no que, sentías que un pedazo de tu alma se iba destrozando poco a poco, esa sonrisa desaparecía y daba su relevo a una mirada de tristeza, de anhelo. Pero sobre todo de dolor, de dolor por no poder tenerlo de nuevo.

Es a veces cuando nos damos cuenta de qué lo único que necesitamos es desaparecer. Dejar atrás todo el dolor que una vez sufrimos, dejar a todos nuestros seres queridos e intentar continuar. Continuar con nuestra vidas, continuar con esos intensos pero muy escasos momentos de felicidad que alguna vez tuvimos. Intentar que cada vez sean, no más intensos, pero si más duraderos.
Es a veces cuando lo que necesitamos es cambiar nuestra ciudad para poder cambiar las caras que vemos y conocemos. Para poder dejar atrás a esas personas que sólo consiguen hacernos una herida más profunda en el corazón. Esa herida que, tristemente, no conseguiremos cicatrizar nunca si no hacemos un mínimo cambio. Esa herida que a pocos les importa pero que tanto nos duele cada vez que sangra, cada vez que late. La misma herida que se desangra en lágrimas a causa del pasado, de los errores.

Seguidores

Número de visitas

Archivo del blog