viernes, 23 de agosto de 2013

Intentamos sonreír, intentamos fingir. Fingir que no nos pasa nada, que no tenemos problemas. Que nada nos afecta y que todo nos alegra. Pero cuando estamos solos, la máscara cae. Las lágrimas deslizan por nuestras mejillas y los nudos de nuestra garganta se encadenan fuertemente. Los puños se agarran lo más fuerte posible a nuestro pelo, intentando calmar el dolor. Pero nada funciona. Lo único que podemos hacer es llorar, llorar hasta que nos ardan los ojos a causa de todos esos sentimientos con sabor a sal.
Y cuando ese día ha acabado y las lágrimas se retiran para descansar, llega el día siguiente. Un día nuevo, una nueva máscara falsa con la que fingir. Una nueva sonrisa de plástico en la misma tristeza. Y así es siempre, siempre fingimos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Número de visitas

Archivo del blog