Las
cinco de la madrugada, mientras mi familia está durmiendo en suma
oscuridad, yo estoy derramando el ayer sin siquiera poder pestañear.
Pensando en lo que no debería y atragantándome con aquel maldito
día. Porque aunque la opción del olvido es la que más ansío, es
la única que jamás llega a estar conmigo.
Y
es que en el fondo tan sólo soy un montón de recuerdos que se
convirtieron en hielo. Lo malo es que este hielo que llevo dentro no
se acaba por mucho que se vaya el invierno. Permanece aquí, siempre
permanece aquí recordándome a ti. Y ya no sé que es peor, si el
recuerdo que me invade a estas horas o la facilidad que tiene mi
mente para matarme lentamente.
Que
ya me he cansado de vivir estancada en el pasado, me he cansado de
anhelar lo que ya tendría que haber olvidado. No soporto la mera
idea de que todavía sigas en mi cabeza, arrastrándome en el vaivén
del vacío que ahora me queda. Por que ahora solo me queda eso, el
vacío. El vacío del recuerdo de algo que ya no es mío, algo que
quizás, jamás fue mío.
Y
mientras tanto, aquí sigo yo, intentando olvidar o dormir, lo que
sea para dejar de pensar.
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