sábado, 14 de septiembre de 2013

Esa noche entre sábanas blancas, llena de caricias falsas. De besos amargos con el diablo entre sus manos. Su respiración en mi nuca mientras mi corazón se desnuda. Ese dulce aroma tan ardiente cómo su infierno, como sus demonios. Boca contra boca, sonrisa diabólica. Abrazos que se derrumban a pedazos. Labios que poco a poco me comen el alma. Todo eso y mucho más pasó aquella noche que todo cambió. La noche en la que el león devoró al cordero. Matando con aquel fuego, que desprendía de su pecho, su alma y su cuerpo. Esa noche en la que el cordero se convirtió en el mismísimo infierno.


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