viernes, 22 de noviembre de 2013


-¿No lo entiendes, verdad?

-¿Entender? ¿El qué?

-Nada. Da igual, déjalo.

-No. No pienso dejarlo, necesito que me lo expliques, necesito saber el por qué.

-¿Qué necesitas saber el por qué? Yo también necesitaba saber porque me dejaste así, sin más. Desapareciste de mi vida, me dejaste sin nada. Te lo llevaste todo, mi felicidad, mi sonrisa, mis ganas de vivir... Todo. Te lo llevaste absolutamente todo. ¿Y ahora me vienes con estas? ¿Qué necesitas entender? ¿Qué me cansé de llorar por ti? ¿Que no fui capaz de mirarte a los ojos cuando nos veíamos por la calle? ¿Que me hundiste en un pozo sin fondo? ¿Qué tuve que fingir durante mucho tiempo que no me pasaba nada? ¿Que tuve que aguantarme las lágrimas en la garganta millones de veces? ¿Que me daba miedo encontrarte en cualquier lugar? ¿Qué eras capaz de cambiar todo mi mundo en tan sólo dos segundos? 

- Lo siento. Yo...

- No me valen tus disculpas. Ya no. Desde un principio me vendiste un cuento de hadas y luego... Luego no había ni príncipe, ni zapato de cristal, ni hada madrina. No había nada, tan solo tristeza y soledad. Ya no necesito nada de ti, tus explicaciones ya no me van a servir de nada y tus palabras no significan nada. No voy a volver al mismo juego de siempre, me he cansado de perder la partida una y otra vez.  Diría lo siento, pero no puedo pedir perdón por algo que no es mi culpa. Tan sólo te quiero pedir una cosa. Si algún día, por alguna casualidad de la vida nos encontramos, haz cómo si no me conocieses. Yo prefiero pensar que nunca ha pasado nada, que nunca nos hemos conocido. Es la única manera que hay para que yo pueda seguir con mi vida, una vida en la que no quede el rastro de todo el daño que me hiciste.



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Número de visitas

Archivo del blog