miércoles, 11 de diciembre de 2013

Somos diferentes. Esa era tu excusa, eso me hiciste creer. Y en el fondo era verdad. Tú y yo éramos como el agua y el aceite. Demasiado diferentes, demasiado opuestos.
Y por eso chocamos. Explotamos entre besos y caricias. Sin darnos cuenta de lo mal que acabaría eso. Demasiada adrenalina acumulada en tan pocas miradas. Demasiado queroseno entre piel y ropa.  
Fuimos tan breves como esos fuegos artificiales que dan por finalizada la fiesta. Son ardientes por un momento, pero después de eso no queda nada. Ni cenizas, ni restos... absolutamente nada. Tan sólo queda el recuerdo en la mente de aquellos que han tenido el privilegio de verlos. Pero es un recuerdo que con el tiempo se irá borrando, irá desapareciendo.
Nuestro recuerdo aún sigue ahí, todavía está reciente. Aún se puede notar el calor del fuego que desprendía nuestra piel. El calor de los besos aún parpadean entre nosotros. Pero poco a poco, dejarán de existir, quedarán en el olvido.
Porque somos diferentes. Y entre nosotros solo pueden haber recuerdos, porque tu bordería y mi mal genio no se llevan bien. Porque tus besos y mis mordiscos ya no pueden encajar. 
Porque somos polos opuestos, y en nuestro caso, no se atraen.


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