domingo, 19 de enero de 2014

Todo iba perfecto y entonces apareció ella. Apareció la mentira, en sus altos tacones, pisoteando mi alma. Cómo si no importase, cómo si no doliese. 

Lo primero que pensé al verla fue que era una ilusión, no quise creer que era ella. Pero, al cabo del tiempo me di de bruces contra ella. Y ahí fue cuando empezó el final de mi historia. 

Intenté olvidarla y seguir adelante, pero ambas sabíamos que eso no iba a ser posible. Ella me seguía a todos lados con suma fidelidad, jamás dejaba que me olvidase de ella. Ella quería matarme lentamente en la agonía. Y ambas sabíamos que poco a poco, lo iba a conseguir.

Su presencia me hacía cada vez más y más daño. El recuerdo de la primera vez que nos conocimos cada vez quedaba más lejano. Pero aún así, a mi me parecía que la acababa de conocer. Nunca conseguí acostumbrarme a ella, aún no lo he conseguido. 

Y aquí seguimos las dos, la mentira y yo, conviviendo en esta soledad en la que nos dejaste. Intentando sobrellevar el frío invierno a base de miradas y de recuerdos.




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