jueves, 13 de febrero de 2014


He estado pensando mucho, le he dado muchas vueltas y he llegado a la conclusión de que ya no es suficiente. Ya nada es suficiente. No sé si me volví demasiado fría o si tengo el alma vacía. Pero desde hace un tiempo nada me llena, nada me alegra.

Me he convertido en el fantasma de un recuerdo que vaga cada madrugada. El fantasma de un ayer que jamás va a volver. El que se fue dejando mi vida pintada en gris. Y no un gris agradable, no, un gris tan oscuro que casi parece negro. Que casi te hunde el alma en un agujero a cada recuerdo.

Pero lo bueno del gris, es que en los días de lluvia duele menos. Y aquí últimamente llueve mucho, casi parece que el cielo se apiada de mi y de mi tono gris. Parece que quiera consolarme entre sus gotas de frío invierno mientras la contemplo desde el lúcido cristal de mi habitación.



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