He estado pensando mucho, le he dado muchas vueltas y he llegado a
la conclusión de que ya no es suficiente. Ya nada es suficiente. No
sé si me volví demasiado fría o si tengo el alma vacía. Pero
desde hace un tiempo nada me llena, nada me alegra.
Me
he convertido en el fantasma de un recuerdo que vaga cada madrugada.
El fantasma de un ayer que jamás va a volver. El que se fue dejando
mi vida pintada en gris. Y no un gris agradable, no, un gris tan
oscuro que casi parece negro. Que casi te hunde el alma en un agujero
a cada recuerdo.
Pero
lo bueno del gris, es que en los días de lluvia duele menos. Y aquí
últimamente llueve mucho, casi parece que el cielo se apiada de mi y
de mi tono gris. Parece que quiera consolarme entre sus gotas de
frío invierno mientras la contemplo desde el lúcido cristal de mi
habitación.
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